martes, 31 de agosto de 2010

Una rutina de ejercicio




Se está terminando el verano, tiempo que muchos han aprovechado para descansar y para alejarse de las rutinas de todo el año. Algunos han dejado, con razón, un poco de lado sus hábitos saludables y han cogido unos kilitos de más con las cervecitas, las tapitas, la vida más sedentaria y relajada que de costumbre (ojo con esto, mirad la entrada de lamarga).
Llega Septiembre, el mes que nos devuelve a la realidad, y nos planteamos retomar nuestras actividades normales y nuestro trabajo. Y aunque parezca difícil, es un buen momento para organizar el año, para comenzar con alguna rutina saludable que mantengamos hasta las nuevas vacaciones.

Aquello para lo que no busques tiempo ahora, será muy difícil que más adelante lo puedas adaptar a tu agenda.

Por eso, este es un buen momento para comenzar un programa de entrenamiento, para dar cabida en tu tiempo a un deporte, a un ejercicio, a unas clases de yoga o sencillamente a calzar unas deportivas y salir a correr.

Y llega el día en que te decides, dices, voy a probar, voy a ver si me pongo un poco en forma y de paso adelgazo esos kilitos que me metí entre pecho y espalda, y rebuscas en el armario ese pantalón corto que ya está hasta pasado de moda, sacas los playeros Nike con cámara de aire que compraste hace años (sí, aquellos de la otra vez que te dio por empezar a correr... y que sólo usas ese día que se os ocurre ir "a caminar", que eso sí, molones son mogollón, pareces un atleta cuando los calzas...) te pones una camiseta naranja con el Adidas escrito bien grande, y dices en casa: "nada, voy a correr un ratito. Sí, a hacer ejercicio, este año me voy a poner en forma".

Llegas a casa, arrastrado, pero aún así estás pletórico: "mañana vuelvo, no hay nada como el ejercicio".

Pero mañana te levantas totalmente roto. Te cuesta dar un paso. Los músculos te duelen, están cargados, pesados y sientes pinchazos en muchos de ellos. "Bueno, ya pasado mañana sigo con mi puesta a punto". Pasas el día machacado. Te duermes a la noche y al segundo día estás incluso peor. Al tercero recuperas sólo un poco, al cuarto ya va mejor la cosa. El quinto día te dices, mañana quizás... el sexto te proponen ir a comer (que no coRRer), el séptimo te recuperas de la comilona, y además toca siesta, que mañana curramos, el octavo ya vuelta al trabajo... Vamos, otro año en blanco.

Y todo, sencillamente por un error de entrenamiento.

Intentaremos ir poco a poco deshojando la margarita para que no nos ocurran estas cosas. Dadme unos días, pero id buscando esas zapatillas que aún siguen como nuevas...

viernes, 13 de agosto de 2010

Genoplasticidad (genoplasticity)

Epigenética es el término que se emplea para referirse a aquellos cambios hereditarios en la expresión genética que no están codificados en la propia secuencia del DNA.
Hasta hace no mucho, el estudio de las enfermedades del hombre se centraba en los mecanismos genéticos, más que en estos fenómenos no codificados. Sin embargo, cada vez parece más claro que los procesos epigenéticos pueden conducirnos a muchas patologías, como el cáncer y otros síndromes relacionados con retrasos mentales e inestabilidades cromosómicas.

En BiM aparece una reciente entrada sobre predisposición genética al dolor crónico, y en la discusión posterior Julia Hush comentaba sobre la importancia del factor epigenético en su generación. En el campo de la Fisioterapia trabajamos muy en relación con esta patología, y comienzan a surgir grupos de compañeros muy interesados en las terapias cognitivas y educacionales como herramienta útil en el tratamiento de muchos problemas del aparato locomotor que cursan con dolor crónico (SEFID).

Una de las fuentes etiopatogénicas que se ha encontrado es el factor ambiental, que puede modificar nuestros genes, de manera que podemos encontrar distintos fenotipos dependientes del entorno al que está expuesta la persona, las creencias, la educación... Una vez aparece la modificación (ya sea positiva o negativa), ésta es heredable, con lo que puede mantenerse en generaciones sucesivas (o no). Se pueden así generar enfermedades que perduren en una familia por mucho tiempo.


Sin embargo, al igual que se pueden generar enfermedades, este mismo mecanismo nos abre una nueva puerta para combatirlas, ya que queda patente la posibilidad que tiene nuestro genoma de ser modificado.

La afirmación de no hay nada que hacer, es hereditario, ya mi madre y mi abuela lo tenían, deja ahora de ser una frase lapidaria.
¿Podemos acuñar entonces el término genoplasticidad, haciendo un paralelismo con la neuroplasticidad, para referirnos a la capacidad de nuesto genoma de modificarse a lo largo de nuestra vida, adaptándose a medicamentos, factores ambientales, educacionales y otros?
 
 

 
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